23 oct 2010

Inesperado, sincero, divertido.

Te marchas pero la noche continúa.
Soy muy dada a los besos inesperados, y hoy quiero que sean los tuyos. Asique, una vez más, declaro que vuelvo en un instante y voy tras de ti. ¿Por qué no? No han sido pocas las ocasiones en las que me he dejado llevar y el momento se me ha pasado. Ahora ya no siento que haya que esperar. Ahora hay que actuar por muy inoportuno que resulte. Y por eso la impulsividad me puede, por eso corro tras de ti. Sin que tú lo sepas.
Caminas tranquilamente, con ganas de coger la cama: los planes no resultaron tan interesantes. Pero me planto a tu lado, sin más. Te desconcierto. "¿Porqué me acompañas a casa?" Y me río ante tanta ingenuidad. ante tanta timidez: "Ah, es que, ¿no lo sabes?". Y esta vez no me siento torpe, no se me traban las palabras. Porque los dos sabemos porqué camino a tu lado, porqué he decidido alcanzarte mientras los demás solo querían bailar. Pero preguntas, sí, preguntas a qué se debe. Entonces es mi risa la que precede a mis palabras. Pienso algo ingenioso, algo que te apasione. "Empezando por... me gustas y terminando por... quiero besarte". Ni siquiera yo me creo mis propias palabras, ¿a qué viene tanta sinceridad?
Tu portal se me presenta mucho más pronto de lo que pensaba, vaya, y ahora, ¿qué? Ahora me besas y yo hablo más de la cuenta. Y me río. Porque, entre tanta mierda, ha aparecido un hombre bueno. Y eso no me lo esperaba.

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