30 ene 2011

Fue sencillo, inevitable.

Su risa. Lo primero fue su risa. Luego una fiesta, más tarde una calle del centro, un salón, un bar, una parada de cercanías. Entonces se sucedieron las llamadas, los cigarrillos, los sueños. "Te quiero". No sé cuándo. No sé dónde. Lo dijimos. Lo conservamos. A veces quema. Deja rastro. Una cicatriz, una marca, un sentimiento. La ilusión. Y todavía su risa. Me enamoré de ella. Profundo, intenso. Nadie lo entendió, nadie lo entiende. Fue inevitable dejarse cautivar por cada pequeño aspecto de su ser. Fue sencillo. Fue lo mejor que me ha pasado.

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