"Demasiadas cervezas" dijo, al ver mi cabeza al lado de la suya en la almohada. Y la besé otra vez, pero ya no era ayer, sino mañana. Y un insolente sol, como un ladrón, entró por la ventana. El día que llegó tenía ojeras malvas y barro en el tacón. Desnudos, pero extraños, nos vió, roto el engaño de la noche, la cruda luz del alba. Era la hora de huir y se fue sin decir: "llámame un día".
Desde el balcón la ví perderse en el trajín de la Gran Vía. Y la vida siguió, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido. Una vez me contó un amigo común que la vió... donde habita el olvido.
La pupila archivó: un semáforo en rojo, una mochila, un peugeot y aquellos ojos miopes, y la sangre al galope por mis venas, y una nube de arena dentro del corazón, y esta racha de amor sin apetito.
Los besos que perdí por no saber decir "te necesito". Y la vida siguió, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido. Una vez me contó un amigo común que la vió... donde habita el olvido.
Joaquín Sabina
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