Este es el último cigarrillo de la noche. Luego me iré a la cama e intentaré no darle más vueltas al tema, dejaré que el sueño se apodere de mí sabiendo que mañana despertaré siendo otra persona.
Voy a dejar de esperar, no tiene sentido. Es absurdo tener la esperanza de que moverás un dedo por mí. Si aún no lo has hecho, dudo que pueda suceder. Además, he de aceptar que es tarde, que ya no me valen esas dos palabras saliendo de tu boca: no es suficiente.
Siempre pensé que valía la pena, que todo ese dolor, que toda esa tristeza sopesaba con el hecho de tener tres segundos de tu risa, dos centímetros de tu piel, una noche con tus palabras. Pero estoy cansada y arrepentida, y no quiero seguir con esto.
Tú me advertiste, yo hice lo posible por callar tu discurso.
Ahora me doy cuenta de que era verdad.
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