Me destroza la clásica resaca de trasnoche, esa que desea el sueño pero lo machaca, como pretendiendo mantenerte despierto para no olvidar los datos acumulados. Me corrompe la vuelta a lo pequeño, a lo cotidiano, a lo que escogí que debía ser mío. Me atormenta tardar en regresar al ruido. Sí, el ruido. Las ambulancias, los coches, la gente, los skates, la pasma, las putas, los vendedores ambulantes. Pero, sobretodo, el mar.
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