Son
pocos los que saben que fue la ira de Aquiles el motor base de la
guerra de Troya. Son muchos los que se equivocan al pensar que es
Elena, y no Criseida, la mujer en cuestión de todo el poema. Les
mueve la belleza porque funciona mejor en el cine.
Pero la
vida real no se parece en nada a las películas. El final no es ni
alegre ni triste, es simplemente el final, como en las obras de
Shakespeare: “muere”, no hay nada más.
Por eso
no deberíamos empeñarnos en el fin, sino en el desenlace.
Las
religiones se han quedado anticuadas, deberíamos leer un poco más a
Horacio y empezar a dejar de lado los típicos tópicos sobre la
salvación del alma. El mañana es irremediablemente incierto y yo
sigo dudando de las apariciones divinas, así que solo me queda creer
en el hoy e ir surcando mi camino mirando, de tanto en tanto, hacia
atrás.
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