24 oct 2010

Mi falta de pasión por el deporte.

Me gustan los domingos de fútbol porque el bar de debajo del estadio está abierto y es la maquina de tabaco menos a tomar por culo de la residencia. Me encajo unos vaqueros, las converse, una camisa y la cazadora. Las calle están vacías, hace un día de mierda, tan solo abundan los miles de coches de los aficionados.
Nunca me podrá apasionar un deporte; no sé gritar de emoción y, obviamente, no es plan de ponerme a cantar Morning Sun cada vez que mi equipo marca un gol. Me podría gustar el baloncesto, de hecho me gusta, es rápido, tiene mucho más movimiento, los pases son constantes y hay canastas que me dejan flipando. Pero no me apasiona y no sé porqué. Y eso que conozco muchas personas que se desviven por distintos deportes. Incluso he visto a gente al borde de un ataque de ansiedad en los toros. Un amigo mío, en las corridas, solo dice "ole" cuando el torero hace una buena verónica o una gaonera mundial. Solo y exclusivamente en esos lances. En ningún otro. Básicamente porque está tan estresado que no puede ni hablar.
A mí nunca me pasará eso. No tengo capacidad de angustia. Y menos aún por algo que no estoy viviendo en primera persona. Me causa un poco de tristeza, porque desearía con todo mi ser conseguir emocionarme con un gol o una simple manoletina. Pero es que no me sale. Así que compro tabaco, observo un rato a la gente en el descanso, y me vuelvo a la residencia a escribir esto y a martirizarme un rato.

No hay comentarios:

Publicar un comentario