16 may 2011

Tropiezas con la realidad, corres tras un sueño

Vives actuando un papel que has ido acuñando entre miedos y desequilibrios. Vendes una falsa felicidad que cubres con nebulosas y sueños rotos, que justificas con engaños, pequeñas historietas que acabaron por convertirse en grandes mentiras, mentiras en la que incluso tú crees ahora. Basas tu ficción en una realidad que no dejas ver a nadie y que, al mismo tiempo, deseas que sea vista. Te vistes con una armadura difícil de penetrar, pero fácil de romper. Quieres salir pero te aterra el exterior, te asusta encontrarte con la persona que realmente eres, esa persona que te has ido negando con el tiempo, que has decidido cubrir para no ser un blanco fácil, sin darte cuenta de que la pistola está en tu mano. Tu único enemigo eres tú mismo. Por eso te empeñas en ayudar a tus iguales, aquellos que vivieron o viven lo que te sucedió. Te fijas en ellos porque crees que tú no serás capaz de salvarte, y esa incapacidad que has ido creyendo, se ha convertido en tu mayor debilidad. Has optado por no salvarte, y eso te está matando lentamente.
Tu complejidad se ha enrevesado tanto que ha acabado por ser ingenuamente simple. Has abusado tanto de ella que ha dejado de tener sentido. Te crees complicado por naturaleza, has empezado a creerte ese papel, el de un personaje irreal pero perfectamente verosímil. Pero, ¿en qué se basa todo ese miedo? ¿Para qué sirve tu coraza? En este mundo confuso e injusto pretendemos mantener una actitud lejana, distante... y, sin embargo, todos nos morimos por ese mínimo roce, añoramos tanto ese contacto que chocamos contra los otros sólo para poder sentir algo. Y pensamos que neutralizando ese deseo de ser descubiertos, estaremos más seguros.
No cometas ese error, no te escondas, no te niegues, no falsees con los que te rodean: choca contra ellos y, sobretodo, deja que ellos choquen contra ti. Arriésgate, libérate, deja de arrastrar esa actitud lánguida y displicente. Asume quién eres en realidad, abandona tu máscara y mírate de frente: ese eres tú, sin miedos, sin complejos, sin posturas utópicas.
Habrás engañado a muchos, pero a mi no me vendes esa mierda.
No tienes por qué hacerlo.

2 comentarios:

  1. Me siento satisfecha porque sé que tú con esta entrada has dado en el clavo y por tanto te has sentido satisfecha tu tambien.
    Rudiii

    ResponderEliminar